TRES
LUGARES PARA VISITAR EN JAÉN
Algunos de los lugares que te recomiendo visitar en
esta ruta es el Palacio de los Vélez, La Virgen Blanca y la Imora, y Giribaile.
Leyenda
del Palacio de los Vélez
En Jaén, hay una preciosa fachada de
estilo Renacentista, del siglo XVII, que pertenece al Palacio de los Vélez, que
es lo único que queda de dicho Palacio. Esta fachada tiene escudos nobles y un
pequeño jardín.
Hoy en día la fachada está en el Colegio
Oficial de Arquitectura de Jaén, situado en la Calle Valparaiso o como hoy en
día se conoce como el callejón de la Mona.
Cuenta la leyenda, que en este Palacio,
hace ya mucho tiempo, vivía una familia muy adinerada, la cual tenía una hija
muy hermosa que tenía todas las cualidades que una mujer debería tener. Era una
doncella perfecta.
Todos los hombres, ricos y apuestos,
querían pretenderla.
Ella se enamoró de un joven humilde.
Unidos en un romance secreto del que disfrutaron el uno del otro durante un
tiempo.
Un día, su padre descubrió la relación
que tenían ambos y de la cual tomó una drástica solución. El padre decidió
encerrar a su hija en la alcoba más alta de una torre que tenía el Palacio,
pero no pensó en encerrarla por solo unos días sino para el resto de su vida. Levantó
un muro delante de la puerta e incluso se dice que tapió la ventana dejando un
solo hueco para que pasara el aire.
El joven iba todos los días al pie de la
torre y ella a través del pequeño agujero que su padre dejó en la ventana, le
lanzaba a la calle mensajes de amor que escribía en trozos de hojas de un libro
que su padre le había dejado para que escribiera, pero a falta de tinta, ella
se pinchaba su dedo con una astilla usando su propia sangre para escribirle los
mensajes, y así lo hizo día a día hasta que murió.
Hoy se dice que el fantasma de una
hermosa joven rubia y de ojos claros pasea su tristeza por las salas de lo que
queda del Palacio de los Vélez.
Leyenda
de la Virgen Blanca y la Imora
El
paraje de la Imora es muy conocido gracias a su gran riqueza acuífera y además
por el arroyo del Parral, que nace en las faldas del cerro del Neveral, que
hizo que la zona desde la época romana fuera un espacio dedicado a la
agricultura. Estos recursos los intentó rentabilizar el Condestable Iranzo con
la construcción de una fuente y un abrevadero.
Muchos
escritores musulmanes hablan de la ‘’Fuente Mora’’. Precisamente el origen de
esa fuente se relaciona con otra leyenda, en la que cuenta que este manantial
había nacido de las lágrimas de una mora, de ahí su nombre, que allí murió al
encontrar el cuerpo de su esposo asesinado.
Gracias
a la gran fertilidad agrícola que tiene el suelo y a la vista de pintorescas
formaciones rocosas y ambiente misterioso, dan lugar a que haya leyendas sobre
el paraje de la Imora.
Hay
dos leyendas sobre dicho paraje. La primera de ellas que es del siglo XV,
cuenta que un hortelano que solía arar su terreno cuidadosamente, ya que era un
amante de la tierra, quería que los productos que naciesen de sus tierras
nacieran con tanta calidad como el cariño que él había empeñado. Se sentó un
momento para descansar sobre un roca, y al levantarse vio que debajo de él
había una imagen y se parecía mucho al rostro de la Virgen María.
Tuvo
tanta alegría de su hallazgo que rodeó la zona con piedras para darle culto en
el mismo lugar. Desde entonces a aquel cerro se le llama ‘’Peñas de Nuestra
Señora’’ y en su cumbre hicieron una pequeña ermita a la que llamaron ‘’Santa
María la Blanca’’.
La
segunda leyenda del paraje de la Imora es del siglo XIII, durante el reinado de
Alfonso X el Sabio.
Esta
leyenda empieza como la primera, de un labrador, pero en este caso estaba
labrando su tierra cuando de repente golpeó una campana que estaba enterrada
bajo la tierra. Le fue complicado extraerla, pero cuando la vio se quedó
asombrado, en su interior tenía una imagen de la Virgen. Corriendo fue a
contarlo a otros agricultores de la zona y fueron corriendo para comprobar que
lo que decía era cierto.
Esta
Virgen tenía una bonita corona y la llamaron ‘’Nuestra Señora de la Coronada’’,
y en el lugar del suceso, cercano a la puerta de Martos. Construyeron una
ermita para rendirle culto y una torre de refugio a los labradores en los
ataques de los musulmanes para poder defenderse. Aunque también sirvió para
formar una cofradía militarizada, la de los Ballesteros de la Coronada, cuya
misión era defender la vida de los agricultores, las casas y las fuentezuelas
del lugar.
Ambas
leyendas han seguido su camino, pero la Virgen que sigue viva y activa es la
Virgen Blanca, sin embargo la Virgen de la Coronada sólo queda como recuerdo
histórico porque su imagen fue destruida en 1936 y de su ermita no queda nada.
Leyenda de Giribaile
Señor de
Giribaile, dueño del castillo, fue un antiguo soldado aventurero, se apoderó de
la fortaleza, sustituyendo la Media Luna por la enseña de la Cruz fue
recompensado por el Rey quien le colmó de honores y riquezas dándole el
castillo y todas las tierras dominadas por él. Lo mismo que creció en poder
creció en orgullo y tiranía; mandó construir un torreón gigantesco, que hubiera
llegado al cielo si no lo hubieran impedido las leyes físicas; cuando la
terminó subió a ella, contemplando sus dominios: todo era suyo. Repetidas veces
se decía: ‘’Yo soy Señor de Giribaile; no muero ni de sed ni de hambre’’ (Con
ello daba entender su incalculable riqueza).
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Vista de la torre del Castillo de Giribaile (Cortesía de es.wikiloc.com) |
Cuenta
la leyenda que un poderoso rey moro estaba enamorado de una bella joven que
vivía con sus padres y hermanos humildemente. Como era de religión diferente,
no querían saber nada del rey.
Era
tan orgulloso y confiado que paseaba libremente diciendo: ‘’De río a río, todo
es mío, y nunca moriré, de hambre, de sed y de frío’’. Pero estaba tan
enamorado de aquella joven que no podía vivir tranquilo, abusando de su poder,
un día acechó a la pastora, que iba al río a lavar y entre gritos y alaridos se
la llevó en su caballo.
El
padre y el hermano de la muchacha, fueron en busca del rey ya que paseaba
tranquilamente por sus tierras. Un buen día lo encontraron y lo llevaron a una
cueva que había en la montaña encerrándolo en ella.
Allí
murió el rey moro, castigado por su orgullo, de aquello que tanto presumía. Aun
hoy se dicen los versos que él decía:
‘’De
río a río, todo es mío, de sed y de hambre, y de frío’’.
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Algunas de las fantásticas cuevas que rodean toda la montaña (Cortesía de www.celtiberia.net) |